domingo, 3 de abril de 2016

Un mapa con nuevos límites no otorga soberanía

Debates: ¿Hay avances sobre la causa Malvinas?
Vicente Palermo


El mapa oficial de nuestros nuevos límites nos muestra cómo se habría extendido la Plataforma Continental Argentina, más allá de las 200 millas, según la demarcación presentada en 2009 ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental (Naciones Unidas), aprobada ahora por esta última.
Hubo aquí un trabajo técnico y diplomático importante y meritorio y la demarcación ha permitido la extensión de la jurisdicción marítima argentina. Pero es patente que el fallo de la Comisión no consiste en otorgar soberanía; consiste apenas en aceptar nuevos límites para la plataforma continental, sobre una base técnica. Si la presentación es técnicamente sólida la plataforma es extendida, pero el equipo de expertos no puede pronunciarse en materia territorial. Más todavía: la Comisión no puede expedirse sobre áreas sujetas a disputa. Este es el marco normativo de la Comisión y sobre el mismo Cancillería no nos ha aclarado nada. En una página oficial de ONU (http://www.un.org/press/en/2016/sea2030.doc.htm), el 28 de marzo, un informe señala que “respecto a las recomendaciones sobre la presentación hecha por Argentina, debe recordarse que, previamente, la Comisión había ya resuelto que no estaba en posición de considerar o calificar aquellas partes de la presentación que eran sujeto de disputa o relacionadas a la plataforma antártica”.
No conocemos el informe de la Comisión. Sabemos lo que ha dicho el Gobierno. El informe no está publicado aún, y no se entiende por qué. Pero la Comisión declara no expedirse sobre áreas en disputa o antárticas, mientras el Gobierno argentino proclama que el fallo le ha permitido extender el alcance de la plataforma continental de todos “nuestros” territorios.
La Cancillería informa que la nueva demarcación permite que el país gane 1.700.000 km²; un somero examen permite percibir que gran parte de esa superficie es ficticia: ampliación de territorio imaginario. Antes y por encima de cualquier fallo de esta Comisión, está el hecho de que, en lo que respecta a las áreas que están bajo conflicto territorial (las islas del Atlántico Sur) o internacionalizadas de hecho y en parte de derecho (la Antártida) se trata, el hipotético avance, de aspiraciones que el Estado argentino carece de capacidad de efectivizar. Lo concreto es que nosotros creemos que eso es nuestro. Y un mapa imaginario no es inofensivo. Tanto el mapa oficial como la retórica que lo acompaña constituyen un macaneo, que empaña el mérito de un trabajo de dos décadas, porque la comunicación política que elige la Cancillería es deplorable. Aunque esta comunicación sesgada no es una novedad: expresa la forma típica con la que los poderes públicos han mantenido desinformados a los ciudadanos en lo que se refiere a cuestiones territoriales. Así, la recuperación de las Malvinas está siempre a la vuelta de la esquina, las demás islas australes son argentinas y la Antártida es esa porción de pizza que bautizamos Sector Antártico Argentino.
Así, la novedad de la demarcación es plasmada en el “territorio imaginario” (como calificó Carlos Escudé). Se agarra el mapa con el que nos mentimos habitualmente, y ahí va la demarcación. En relación a Malvinas, se dice que “la ONU reconoció que hay un conflicto de soberanía”. Chocolate por la noticia; políticamente, la ONU lo reconoció (resolución 2065 de la Asamblea General), en 1965.
Impresiona que ésta sea una de las áreas de política pública en que más se macanea. Parecería preferible mantener a los argentinos en las nubes y dar continuidad a una política que ya está profundamente arraigada, que asumir la verdad e intentar una alteración del rumbo nada fácil pero, a la larga, provechosa para el país: desmontar la causa Malvinas y colocar el diferendo en un sendero de cooperación e informar exhaustivamente a los argentinos sobre la internacionalización de facto del continente de hielo. Preferimos alimentar nuestros mitos territorialistas.
Vicente Palermo es politólogo e investigador del CONICET. Presidente del Club Político Argentino

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