viernes, 31 de marzo de 2017

Malvinas post-Brexit

En 2014 escribí una nota sobre Malvinas señalando que era (y sigue siendo) indispensable contar con una estrategia apoyada en lo que denominé las cuatro D: derecho, diplomacia, divisas y defensa. En ese momento subrayaba la inexistencia de una política de largo plazo integral y sólida sobre Malvinas desde el advenimiento de la democracia.
En 35 años hemos ensayado, según el gobierno de turno, elevar o bajar los costos del Reino Unido para el mantenimiento de las islas; enfatizar la dimensión bilateral o multilateral en el manejo la cuestión de la soberanía; confiar más en los vecinos regionales o en las potencias centrales para avanzar el reclamo argentino ante Londres; bajar o subir el perfil y el tono crítico del tema Malvinas; y ponderar o desdeñar el valor de los isleños. Pero esos vaivenes han sido (y seguirán siendo) disfuncionales para la Argentina.
Es importante entonces recapitular en qué situación en materia de derecho, diplomacia, divisas y defensa se encuentra la Argentina respecto a Malvinas después del BREXIT. Primero, en años recientes se observaban cambios en el derecho internacional como, por ejemplo, los avances en términos de la auto-determinación y la autonomía en comparación a la integridad territorial y la soberanía. Pero es posible que ahora asistamos a un momento distinto y singular. Estados Unidos, China, Rusia y aún la Unión Europea procuran reivindicar la soberanía por razones geopolíticas, económicas y jurídicas lo que podría ser mejor aprovechado por la Argentina; en particular para concebir y proponer fórmulas alternativas y originales al respecto.
Segundo, en el frente diplomático hay algunas transformaciones favorables para la Argentina que pueden evitar que se fluctúe, una y otra vez, entre la diplomacia de la seducción y la diplomacia del enojo. La salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) la debilita en ciertos aspectos y afecta su relación con las islas. Las Malvinas exportaron a la UE en 2016 por valor de 198 millones de euros. Dichas exportaciones representan el 70% del PBI de la isla. La UE, a través del Fondo Europeo para el Desarrollo, asumió compromisos de ayuda a Malvinas por casi 6 millones de euros para el período 2014-20. Si el país tuviera claro que se debe negociar con Gran Bretaña y que se puede dialogar con los isleños, entonces diseñaría un conjunto de iniciativas que reafirmara que su condición material no sufrirá después del BREXIT.
Pero la Argentina, además, debe “rodear” a Gran Bretaña reforzando el vínculo con América Latina—donde Londres ha tenido una ofensiva relativamente exitosa en el último bienio—y evaluando el papel de China en momentos en que Beijing parece interesado en el Atlántico Sur. Tercero, las divisas—los recursos materiales—son esenciales. El Reino Unido es hoy menos poderoso que en el pasado y BREXIT puede profundizar esto. Sin embargo, nuestro propio declive ha impedido aprovechar la ocasión. Como lo demuestran casos históricos, la capacidad negociadora internacional aumenta si se poseen fortalezas materiales internas.
Uno de los inconvenientes de los 16 meses de espera de la “lluvia de inversiones” es que el país dejó de pensar en un modelo de desarrollo que garantice prosperidad y autonomía y que, a su turno, contribuya a acumular atributos tangibles de poder que puedan trasladarse al campo de la política exterior. La ventana de oportunidad que tiene el país frente a la reducción de poderío e influencia británica es pequeña y no debiera malgastarse. Máxime cuando la cuenca norte de las Malvinas parece contener importantes reservas de petróleo.Y cuarto, la cuestión de la defensa es significativa.
Lo que es evidente es que cualquiera sea la circunstancia, Gran Bretaña intentará robustecer su defensa en los mares en general y en Malvinas en particular. La Armada acaba de inaugurar, después de treinta años y con las lecciones militares de la guerra de 1982, un gran portaviones (el HMS Queen Elizabeth). Y, en 2015, ante lo que era la percepción de confrontación por parte del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, Londres decidió reforzar militarmente las islas destinando 180 millones libras esterlinas por los siguientes diez años. Recientemente, y a pesar de los gestos de mayor acercamiento del gobierno de Mauricio Macri, Gran Bretaña aprobó destinar 153 millones de libras esterlinas para un sistema de defensa de Malvinas. En ese marco, es preocupante la falta de una política de defensa en el país.
Discutir sobre el tema se ha tornado quimérico. El progresismo teme un rebrote militarista; los conservadores quieren involucrar a las fuerzas armadas en la lucha contra las drogas. Son contados los interesados en repensar el vínculo entre política exterior y defensa. Un ejemplo patentiza lo señalado. Se presumía que en 2016 la Argentina saldría a “comprar” material militar; sin embargo, decidió no adquirir aviones de combate y optó por aviones de entrenamiento y transporte. En 2017 el Ministerio de Defensa ha salido a “vender”: se subastará en Buenos Aires un terreno del ejército para así conseguir unos 20 millones de dólares. En síntesis, hay que insistir en que el diseño de una estrategia hacia Malvinas pos-BREXIT exige analizar con seriedad las cuatro D.
Juan Gabriel Tokatlian es Profesor plenario de la Universidad Torcuato Di Tella

La sangrienta historia de los Gurkas en la guerra, ¿mito o realidad?


La sangrienta historia de los Gurkas en la guerra, ¿mito o realidad?

Que degollaron a nuestros soldados. Que combatían drogados. Que no les importaba vivir o morir. Testimonios de soldados avalan este horror. ¿Qué es leyenda y qué es verdad? El mayor Mike Seear, Oficial de Operaciones y Entrenamiento del Regimiento de Rifleros Gurkas, cuenta en primera persona qué hicieron estos feroces combatientes nepaleses durante la guerra
Con sus cuchillos Kukris degollaron a los soldados argentinos. La sangre tiñó de rojo la oscura y húmeda turba de Malvinas. Pocos sobrevivieron a esa carnicería que practicaron los Gurkas en las batallas de la toma final de Puerto Argentino.
Esto es al menos lo que dice el mito, la leyenda. Una leyenda que creció y se afianzó con algunos testimonios de combatientes argentinos que agregaron detalles aún más escabrosos.
El prestigioso escritor y periodista de guerras, Arturo Pérez Reverte, entrevistó a un soldado argentino que dijo haber escapado de la furia asesina de estos guerreros nepaleses, un ejército de mercenarios que luchan desde el 1800 para la Corona británica.
"Estábamos atrincherados cuando comenzó el ataque. Los ingleses venían gritando y subiendo la ladera sin protegerse. Habían puesto delante a los Gurkas que avanzaban drogados y escuchando música con sus Sony Walkman ajustados a los oídos, riéndose y disparando. Les estuvimos tirando con todo lo que teníamos, pero les daba igual. Se metieron en un campo de minas y saltaban por el aire, pero seguían subiendo", le relató el joven argentino al periodista español.
Y solo un segundo después agregó un final que horroriza: "Algunos chicos tiraban sus armas y se rendían, pero los Gurkas los desollaban con sus cuchillos (…)".

Los Gurkas desembarcaron en Malvinas el 1ª de junio
Los Gurkas desembarcaron en Malvinas el 1ª de junio
El relato de este soldado anónimo no es el único. En el libro Los chicos de la guerra, el periodista Daniel Kon detalla la terrible vivencia de un combatiente argentino: "Los Gurkas parecían completamente drogados. Se mataban entre ellos mismos. Avanzaban gritando, sin apenas protegerse. Eran como robots: un Gurka pisaba una mina y volaba por el aire, y el que venía detrás no se preocupaba en lo más mínimo: pasaba por la misma zona sin inmutarse, y a lo mejor también volaba. Parecían no tener instinto de supervivencia. Iban barriendo zonas con sus ametralladoras Mag, que pesan más que un fusil. Si encontraban alguna lata de ración de nuestras provisiones, las abrían por la mitad de un cuchillazo, comían un poco y seguían peleando, siempre gritando. No les interesaba nada, ni siquiera sus propias vidas".
El autor afirma: "Ocho testigos más ratifican y amplían estos hechos".
Los titulares de los diarios ingleses en 1982 ayudaron a fortalecer el mito. El Daily Express publicó en letra catástrofe: "Los cuchillos de los Gurkas están sueltos" y "Grupos mortales de Gurkas están sembrando el terror entre los argentinos". Los cables de las agencias fechados en Londres afirmaban que los soldados argentinos se rendían sin combatir por temor a los feroces Gurkas.
La propaganda creció al ritmo de las acciones bélicas. La acción psicológica arrasó y salpicó la verdad histórica.

Integrantes del 7° Regimiento de Fusileros Gurkas del Duque de Edimburgo
Integrantes del 7° Regimiento de Fusileros Gurkas del Duque de Edimburgo
Más serenos, dos oficiales argentinos contaron sus experiencias con los Gurkas. El Capitán de Fragata Carlos Robacio, jefe del BIM 5, informó a sus superiores el día de la rendición a las dos de la tarde: "…mis hombres, un batallón reforzado con dos compañías, han luchado contra el segundo Batallón de guardias Escoceses; 1º y 7º de Fusileros Gurkas y parte del Batallón de guardias Galeses…".
El teniente Ugarte, de la Escuela de Aviación Militar, también dejó su testimonio. El libro Con Dios en el alma y un halcón en el corazón, de Pablo Carballo, lo recoge con lujo de detalles.
"Llegamos a una casa abandonada. Aparentemente no había nadie. Pero atrás de una roca apareció un oficial inglés y nos pidió que nos rindiéramos. Uno de nuestros oficiales le disparó, y al instante nos vimos rodeados por cerca de 35 gurkas. Pensé que estábamos perdidos y le dije a mis hombres: 'Ya no hay nada que hacer. Resistir es hacernos matar inútilmente. Arrojemos las armas'. El oficial pegó un grito y los gurkas se nos vinieron encima. Pero el inglés pegó otro grito en nepalés y los chinitos se frenaron como el perro cuando grita su amo. Los gurkas empezaron a rodearnos. En una mano el fusil y en la otra el cuchillo. Hacían gestos, como si fueran a degollarnos. Nos tiraron al suelo y nos apuntaron a la cabeza. Me puse a rezar. Pasamos la noche con un gurka al lado de cada uno de nosotros. Con la punta de su cuchillo en nuestro cuello".

No se consideran fuerza de elite, pero por su entrenamiento pelean en la primera línea de fuego
No se consideran fuerza de elite, pero por su entrenamiento pelean en la primera línea de fuego
¿Pero quiénes son estos guerreros casi mitológicos que crearon tanta fantasía como cruentos relatos reales después de la guerra de Malvinas? Hoy son 2.500 hombres de origen nepalí, reclutados en su país por el ejército británico, quienes desde 1816 luchan al servicio de la Corona incluso en la primera línea de fuego en Afganistán e Irak.
Feroces, con físicos privilegiados y entrenados, capaces de hazañas que ni las fuerzas de elite realizan, su fama entrelaza su habilidad en el combate y su enorme crueldad. Los gurkas pelean con todas las armas de un soldado de infantería -fusil, bayoneta- pero en la lucha cuerpo a cuerpo agregan sus famosos Kukris, los cuchillos curvos creados para degollar y desollar a los enemigos. Sus méritos fueron reconocidos por las autoridades británicas que hasta ahora les ha concedido 26 cruces de Victoria, la mayor distinción militar del Reino Unido.
Pero volvamos a Malvinas: ¿qué es mito y qué es verdad? ¿combatieron en las islas? ¿se drogaron en las batallas? ¿desollaron a nuestros soldados?

El oficial británico Mike Seear en Malvinas
El oficial británico Mike Seear en Malvinas
A 35 años de la guerra, Infobae entrevistó a Mike Seear, Oficial de Operaciones y Entrenamiento del 1er Batallón, 7mo de Fusileros Gurkas del Duque de Edimburgo. Retirado del ejercito británico desde 1988, el mayor Seear hoy vive en Oslo, Noruega, y es consultor asociado de la Kenyon International Emergency Service, una de las compañías más grandes del mundo en manejo de crisis ante emergencias (como en el caso de la tragedia aérea de Germanwings en 2015).
Seear viajó cinco veces a la Argentina desde la guerra "para conocer veteranos del otro lado y pensar en la reconciliación". También para buscar información para dos de sus libros, que se reeditan este mes en el Reino Unido: "Con los Gurkas en las Falklands: un diario de guerra" y "Regreso a Tumbledown".
Desde Noruega, y mientras promete una nueva visita a la Argentina antes de fin de año, Seear afirma: "Los Gurkas nunca entraron en combate. Estaban muy frustrados porque nuestro Batallón jamás se involucró en una lucha con ningún soldado argentino durante toda la guerra".

Tenían la misión de tomar Monte William y avanzar hacia Puerto Argentino
Tenían la misión de tomar Monte William y avanzar hacia Puerto Argentino
Y describe minuciosamente cuál fue la actuación de los soldados nepaleses durante la guerra: "El 1° de junio aterrizamos en San Carlos. Por lo tanto participamos en los últimos 14 días de la campaña terrestre. La mayoría de los soldados Gurkas fueron llevados en helicóptero hasta Darwin y Pradera del Ganso, inmediatamente después de la primera batalla terrestre del 28 de Mayo. Patrullamos mucho el área y sólo nos topamos con una patrulla de 10 soldados argentinos a quienes les habían asignado una posición en una casa abandonada de un pastor, conocida como Egg Harbor House. Los capturamos sin pelea. Siete fueron tomados prisioneros el 7 de junio y tres el 8", relata y su testimonio coincide con el del teniente Ugarte.
"El 9 de junio nos trasladamos cerca de Puerto Argentino y marchamos 12 kilómetros al Este por la costa. En la tarde del 10 estuvimos bajo el fuego de artillería de un solo cañón de 155 milímetros, localizado en Sapper Hill. El cañón siguió disparándonos hasta la mañana del 12 de junio. Luego paró. Ahí nos pusimos a concentrar el plan para tomar Monte William y también el nordeste de Tumbledown", relata como si lo vivido hubiese ocurrido solo unos días antes.
Recuerda que el 13 de junio llegaron al lado norte de Tumbledown. Y que allí vivió un infierno: "Quedamos bajo un masivo ataque de artillería argentina y bombardeo de mortero. Creo que nadie del batallón olvidará esa noche y ese bombardeo porque fue extremadamente preciso y tuvimos ocho bajas. Ocho Gurkas y alguna de nuestra gente de la artillería británica fueron alcanzados por fuego enemigo durante ese ataque argentino".

Mike Seear junto a su regimiento en las islas en 1982
Mike Seear junto a su regimiento en las islas en 1982
Lo cierto es que la cifra de Gurkas muertos nunca fue del todo clara. Mientras que en las listas oficiales del lado británico figura un solo caído del regimiento de soldados nepaleses -Budhaaparsad Limbu, supuestamente mientras trataba de desactivar un proyectil- los testimonios del lado argentino hablan de casi 60 bajas, entre chinos alistados y nepaleses. Se afirma, además, que en el ataque de la aviación argentina a los buques Sir Galahad y Sir Tristram, murieron 31 Gurkas de un contingente que debía desembarcar en las islas. En la lista de muertos de la South Atlantic Medal Association 82, se nombra únicamente a al gurka Limbu y a los chinos Sung Yuk Fai -tripulante del HMS Sir Galaghad- y Yeung Swi Kami- tripulante del HMS Sir Tristram.
El ex mayor británico afirma que cuando se alistaron para tomar Monte William, a las 3 de la tarde del 14 de junio, lo que vieron "fue a los defensores argentinos retirándose y moviéndose hacia la capital. En otras palabras, no hubo contacto o combate entre los soldados argentinos y los Gurkas. Luego vino un alto el fuego y listo".
Y agrega con indisimulable orgullo: "Los Gurkas son los mejores soldados de infantería del mundo, por eso fueron a las islas".
–¿Por qué son los mejores del mundo?
–Buena pregunta. Si le provees el liderazgo correcto, el Gurka literalmente puede atravesar una pared de ladrillos por vos. Está en una forma física increíble. El soldado británico está a años de luz del soldado Gurka en cuanto a su estado físico. Además, el Gurka es un tirador fantástico, tiene una precisión increíble. Parecen tener una visión especial para la noche, donde pueden ver en la oscuridad… Serví 21 años en el ejército británico y nunca me he cruzado con un regimiento como el de los Gurkas.

Seear afirma. “Nunca entramos en combate y nos sentimos frustrados por eso”
Seear afirma. “Nunca entramos en combate y nos sentimos frustrados por eso”
–¿Cuál fue la misión de los Gurkas en Malvinas?
–El objetivo principal era tomar Monte William después de la batalla de Tumbledown. El plan lo iba a realizar nuestra compañía D, compuesta por un poco más de 100 Gurkas. Ellos iban a hacer todo lo que un soldado del ejército británico hace, pero mucho mejor.
–¿Y los cuchillos Kurkis?
–Te cuento cómo los usan: los Gurkas atacan su objetivo usando sus armas como cualquier soldado de infantería -sus rifles, sus bayonetas-, pero tienen un arma adicional en su equipamiento oficial que es el cuchillo corvo. Cuando se involucran en combate cuerpo a cuerpo, ellos tienen esa pieza adicional que usarán si sienten que la situación es apropiada.
–Hay testimonios que afirman que los Gurka degollaron soldados argentinos con sus Kurkis.
–Sí, lo sé. Y creo que es increíble. Es muy fascinante cómo el mito de los soldados Gurkas vive su propia vida en la Argentina. Te puedo asegurar que los medios argentinos han contado esta historia 101 por ciento mal. No hubo combate entre los soldados Gurkas del batallón en donde yo serví y los soldados argentinos. Y hubo un solo soldado Gurka que amenazó a los argentinos con usar su cuchillo Kukri si ellos no se rendían. Y los soldados inmediatamente se rindieron. No hubo pelea.

Los Gurkas participaron de los últimos 14 días de la campaña terrestre en Malvinas
Los Gurkas participaron de los últimos 14 días de la campaña terrestre en Malvinas
–Usted habla de los Gurkas como soldados, ¿pero acaso no son mercenarios?
–Escuché el término "mercenarios" en mis visitas a la Argentina. El año pasado, 2016, fue el 200° aniversario del servicio Gurka con la Corona británica. Los términos de servicio con el ejército británico están gobernados por lo que se conoce como el Acuerdo Trípode, firmado en 1948 por India, Nepal y el Reino Unido de Gran Bretaña. Y puedo decir categóricamente que los Gurkas no son soldados mercenarios.
–¿Qué siente que aprendió en la guerra y qué mensaje dejaría usted hoy, a 35 años del conflicto armado?
–Creo que es mejor dialogar en vez de pelear. Creo que es mejor convertirse en amigos que ser enemigos. Y si te convertís en amigo, luego ¿cómo podés enfrentarte otra vez en nuevas guerras? Yo siento que todos hemos aprendido algo del conflicto de 1982. Fue un punto de no retorno en nuestras vidas, tanto para los veteranos de la Argentina como para los veteranos de Gran Bretaña. Para mí fue una increíble experiencia que me cambió la vida. Sin dudas, aquellas 10 semanas en 1982 fueron las más notables de mi vida y algo que jamás voy a olvidar.

miércoles, 29 de marzo de 2017

El conmovedor testimonio del único corresponsal de guerra argentino en Malvinas

El conmovedor testimonio del único corresponsal de guerra argentino en Malvinas

El periodista Nicolás Kasanzew llegó a las islas el 2 de abril. Vivió bajo fuego y fue testigo de todo lo que se calló y se ocultó durante la guerra. La censura, la relación con los soldados, las noches de insomnio y la difícil vuelta al continente. Cómo se buscó desmalvinizar
Nicolás Kasanzew es el único periodista argentino que cubrió la guerra de Malvinas hasta el final. Lo hizo para ATC y bajo extremas condiciones de censura. Hasta que volvió al continente no se enteró cómo salían sus reportes para televisión ni tampoco las notas que enviaba a Siete Días.
Por ser "la cara de la televisión en la guerra" pagó un alto costo personal y tuvo que irse del país para ejercer su profesión. Aquí lo despreciaban los militares que habían vuelto derrotados y los civiles que queríamos olvidar ese fallido intento de recuperar las islas. Sin embargo, su trabajo periodístico fue excepcional y está reflejado en dos libros de calidad extraordinaria, Malvinas, a sangre y fuego y La pasión según Malvinas. Recorrer esas páginas es un desafío a las esquematizaciones, ya que presentan datos prácticamente desconocidos y perspectivas muy profundas y originales. Aquí su testimonio para Infobae.
–Nicolás, usted tuvo una distinción del Congreso de la Nación en el gobierno de Raúl Alfonsín, junto a otros civiles, por su participación en la guerra de Malvinas. ¿De qué se trató?

–Sí, en 1986, una ley del Congreso de la Nación equiparó los civiles a los soldados conscriptos, y por supuesto eso fue muy honorífico para mí. Después, en el año 1995, el Ejército me condecoró con la Orden a los Servicios Distinguidos por mi desempeño en Malvinas.
–Es interesante ver que hubo muchos civiles que tuvieron un rol destacado en las Malvinas, usted en su calidad de periodista. ¿Sabía que habían participado tantos civiles?
–Por empezar, una cosa que se olvidó es que 200.000 civiles se anotaron como voluntarios para ir a defender nuestra soberanía en Malvinas. Se anotaron pilotos civiles que decían que querían ir a estrellarse contra la flota inglesa con sus avioncitos, se anotaban lisiados con sus sillas de ruedas, se anotaban personas mayores como mi maestro scout, que tenía 73 años, voluntario número 17 que hubiera hecho un muy buen papel. A ninguno de ellos los terminaron mandando. Fuimos pocos los civiles que participamos, pero había gente de vialidad, marinos mercantes, médicos. De hecho, 18 civiles murieron en combate, aportaron su cuota de sangre para defender la soberanía. Eso tampoco se tiene en cuenta.
–Es sorprendente, porque es lo que permite comprender que la guerra tuvo un gran respaldo de la sociedad civil.
–Si no se entiende eso no se puede entender la guerra de Malvinas, porque siempre se habla de que los generales y almirantes fueron a la guerra. Nunca lo pensaron, ni en las peores pesadillas, cayeron en una trampa, el famoso "guiño" que les hicieron desde el Pentágono por una provocación inglesa. Después no pudieron dar marcha atrás por los civiles, por las plazas llenas de gente. Cuando Galtieri se da cuenta que Estados Unidos no va a ser neutral, que él cayó en una trampa, le dice al ministro de defensa (Amadeo) Frúgoli que saquen las tropas de Malvinas. Y Frúgoli le dice "no podemos, la gente nos va a colgar en la Plaza de Mayo", me lo contó su sobrino. La gente había plebiscitado la recuperación de las Malvinas en todo el país y ya no se podía ir para atrás. Si no se entiende eso, no se entiende la improvisación. Lo único planificado fue el 2 de abril, después todo fue improvisación, nunca pensaron ir a la guerra los militares, y ya no pudieron retroceder.
–Llegó el 2 de abril de 1982 a Comodoro Rivadavia, ¿había muchos periodistas?
–Sí, estaba lleno de periodistas, pero no nos dejaron cruzar ese día a las Islas. Recién al otro día cruzamos unos 40 periodistas, pero nos tuvieron allí dos horas y nos hicieron volver. El 4 de abril ya no dejaron entrar a nadie, así que Daniel Mendoza, aquel famoso periodista con su seducción tan particular, consiguió subirse a un avión y me hizo subir a mí. En abril yo iba y venía, porque como no se podían hacer transmisiones desde Malvinas, yo iba a Comodoro a transmitir. Hasta que el 23 decidí no salir más de Malvinas porque se cerró el bloqueo y me iba a perder la cobertura de la guerra. Pasó algo extraño. Durante abril llegaban periodistas a hacer su nota, y se iban. Yo soy testigo de que el general Menéndez les ofrecía quedarse en las Islas y nadie quiso quedarse. Ese es el motivo por el cual yo fui el único periodista argentino que cubrió toda la guerra.
–Notable. ¿Había con usted un camarógrafo de ATC, no es cierto?
–Sí, Alfredo Lamela, un tipo muy valiente. Cuando tiran, la instintiva reacción de un ser humano es agacharse, para protegerse, y así arruinás la toma. Alfredo no se agachaba.
–¿Había periodistas de Télam también?
–Lo de Télam es una historia aparte. Había una agencia de cinco periodistas y uno de los periodistas, Diego Pérez Andrade, inventaba noticias. Por ejemplo, que el piloto Luis Valko había muerto atacando con su Pucará un portaaviones, lo cual es una locura, nunca pasó. Ya tenía su gloria de haber muerto en combate, no era necesario. Mientras inventaba cosas más o menos inocuas, triunfalistas, pasaba. Pero un día inventó que en un ataque inglés murieron 15 kelpers y Menéndez se enojó porque él cuidaba a los kelpers más que a los soldados argentinos. Cuando le preguntaron por qué mintió, dijo que estaba haciendo acción psicológica. Entonces, el 5 de mayo cerraron la agencia Télam en Malvinas y los muchachos decidieron quedarse en el hotel. Pérez Andrade siempre se jactó de haberse quedado tomando del mejor whisky en el hotel, y dos días antes de la rendición Menéndez recién les devolvió los equipos. O sea, que no cubrieron la guerra por ese motivo.
–Es decir que Alfredo y usted fueron los únicos.
–Así es, los únicos, desde el principio hasta el final, desde las Islas.
–Cuéntenos cómo era el trabajo que hacían.
–Era un trabajo muy difícil, porque me habían asignado un censor, un capitán de Ejército que cuando me acompañaba decía "esto se puede filmar, esto no", y cuando no nos acompañaba, miraba en el viewfinder de la cámara y las cosas que no le gustaban me obligaba a borrarlas. Yo le rogaba que no las borrara, que las guardara él, eran imágenes para la historia, pero fue implacable. Incluso me amenazó con una corte marcial. Ese era el primer filtro. Nosotros después mandábamos con los Hércules que burlaban el bloqueo el resto del material. Recién cuando vuelvo al continente me entero que mi material pasaba distintos escalones de censura. Mis compañeros de Canal 7 me dijeron que el 90 o 95 por ciento de lo que mandamos fue destruido, no solo no emitido, directamente destruido. Te imaginás que hasta el día de hoy sangro por la herida.
–Además era corresponsal de la Revista Siete Días. ¿Qué pasó con esas notas?
–Escribía mi diario de guerra para Siete Días, que tampoco pude leer durante la guerra. Cuando vuelvo me doy cuenta que a mis notas les habían adosado introducciones triunfalistas. Le reclamé a mi editor y me dijo que si no agregaba eso, no le dejaban publicar nada. No tendría que haber publicado nada, le dije. Por suerte, yo conservo mis manuscritos y los télex que no se pueden falsificar, donde puedo probar que esas introducciones triunfalistas no eran mías. Había gran censura, como en toda guerra, por otro lado.
–Por cierto. Lo importante es que en el caso de Siete Días tiene la documentación para probarlo, pero en la televisión no, aunque está claro que era un periodista en la zona misma de la guerra.
–Así es, yo era -aunque no en los papeles pero sí en los hechos- un corresponsal de guerra. No era un periodista en zona de peligro, sino un periodista que participa del esfuerzo bélico de su país y se subordina a los mandos de ese país, esa es la definición de corresponsal de guerra para la Convención de Ginebra.
–¿Está seguro entonces de que no hay forma de recuperar los materiales que no se emitieron?
–No lo digo yo, sino mis compañeros de ATC que vieron cómo eran veladas las películas y borrados los casetes. Durante la guerra a mí me prohibieron filmar soldados conscriptos para que no se viera que eran bisoños, cosa que seguí haciendo primero por una cuestión de ética profesional, pero también porque ellos querían salir y que los vieran sus familias. Se borraron cantidad de imágenes porque había soldados conscriptos en esas tomas. Cuento otra. Carlos Alberto Molteni, piloto de combate, ataca a los ingleses en Darwin, su numeral cae, vuelve de ese combate y yo lo entrevisto en caliente. Molteni es un personaje muy pintoresco, muy divertido, cantante de tangos, entonces yo le pregunto si llevaba su equipo de supervivencia por si era derribado. Me contesta, "no, yo cuando salgo a volar no llevo ni el peine". Cuando lo vieron en ATC destruyeron la nota, se horrorizaron. Era un combate aéreo contra tropas inglesas, había vuelto, y destruyeron por esa nimiedad la nota.
–¿Dónde vivía cuando estaba en las Islas?
–Los civiles, algunos curas, algunos personajes de los servicios de inteligencia, vivíamos en una hostería llamada Upland Goose, manejada por kelpers. Todas las mañanas salíamos con Alfredo a buscar notas, lo que era muy difícil por el censor que tenía encima. Encontré la solución que era ir al aeropuerto después del 1° de mayo, que era bombardeado tres y cuatro veces por día. Tenía las escenas de acción y la gente de la Fuerza Aérea me dejaban deambular con libertad. Dentro de eso, los soldados se me acercaban porque tenían hambre y necesidades. Yo me dedicaba dos horas por día a comprarles cosas, incluso a veces con mi plata, porque Menéndez no quería que fueran a los supermercados, para no desabastecer a los kelpers.
–¿Es normal que un corresponsal de guerra se involucre con un conflicto como usted lo hizo, con su pasión y emoción?
–Bueno, como le dije la definición de corresponsal de guerra según la Convención de Ginebra, el corresponsal de guerra participa del esfuerzo bélico de su país. En este caso se trató de una causa noble, de una guerra limpia. Yo era periodista pero, básicamente, era argentino. Al punto tal que cuando llegamos con mi camarógrafo nosotros les pedimos que nos preparen para la defensa, y se murieron de risa.
–Después de la derrota, ¿volvieron a entrar al canal?
–Sí, volví a entrar al canal para ser un marginado, porque el nuevo hombre fuerte del Ejército, el general (Cristino) Nicolaides, decía que había que olvidarse de Malvinas, por eso escondieron a los que volvieron. Primero me prohibieron entrevistar a los soldados que volvieron de la guerra, me prohibieron hacer notas sobre Malvinas, después me sacaron del noticiero y finalmente me dejaron sin trabajo. Luego me hicieron una campaña de difamación que estoy seguro salió de la inteligencia del Ejército, porque yo me puse a escribir mi primer libro. Al no haber podido contarle a los argentinos lo que había pasado con las imágenes y todo lo que viví, quise ponerlo en un libro. Como temían lo que yo podía escribir, me difamaron.
–¿Por qué cree que la sociedad también se olvidó de la guerra?
–Evidentemente somos un pueblo obscenamente exitista. Perdimos la guerra y todo el mundo dio la espalda. Si otra hubiera sido la historia no hubieran negado que estuvieron en Plaza de Mayo respaldando la recuperación. Ese exitismo, sumado a que se intentó mezclar todo, demonizar a las Fuerzas Armadas completas sin separar la paja del trigo. Malvinas coincidió solo cronológicamente con el gobierno militar. En todo lo demás fue distinto. No tenía nada que ver una cosa con la otra. Malvinas fue una guerra noble por una causa justa que nada tuvo que ver con los militares que gobernaban. Los que pelearon fueron a defender la bandera de San Martín y Belgrano.
–Si tuviera la posibilidad de elegir de nuevo si viajar o no a cubrir la guerra de Malvinas, ¿qué decisión tomaría?
–Si existiera una máquina del tiempo volvería a hacer todo lo mismo que hice, salvo en un aspecto: escondería el material, no permitiría que me lo destruyeran. Lo pude hacer después que se perdieron los primeros siete rollos fotográficos que envié, pero no con el material para televisión.
–En su segundo libro, La pasión según Malvinas, hay gran cantidad de fotos que usted mismo tomó.
–Sí, porque aprendí de eso y seguí sacando fotos, pero las mandaba de contrabando con un aviador naval. Gracias a él estas fotos están para la historia, sino tampoco estarían.
–Nicolás, se van a cumplir 35 años de esta experiencia que tanto lo marcó en su vida personal y también a los argentinos. ¿Qué mensaje puede dejarnos a los que no estuvimos ahí y a los argentinos que no habían nacido en 1982? ¿Qué nos puede decir de la guerra y, más que nada, de la guerra de Malvinas?
–La guerra es la barbarie siempre. Afortunadamente en esta guerra hubo gran cantidad de actos de nobleza y amor al prójimo, de argentinos que dieron todo por amor. Pero sobre todo yo quisiera decirle a los argentinos que nosotros que nos creemos los más vivos de todo el mundo, en realidad, nos compramos todos los buzones.
–¿Por qué?
–Hubo una gran mentira de que fue "una guerra de la democracia contra la dictadura". Es una falacia de la señora Thatcher, que no podía decir que se lanzaba a una guerra para recuperar unas colonias. Nosotros no estábamos condenados a la derrota -lo dice el almirante (Sandy) Woodward- porque no gana el que tiene el mejor equipo sino el que tiene la voluntad más fuerte, como la que tenían nuestros soldados y oficiales. Los panfletos británicos eran los que decían que solo podíamos perder, pero no era cierto. Fue una guerra heroica, y pasados los años va a estar a la par del Cruce de los Andes y de la Batalla de Obligado, no tengo la menor duda.
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Malvinas, 35 años después: lo que deja una guerra
Cementerio de Darwin, Islas Malvinas. (AP Photo/Michelle Winnard)

Una guerra no se olvida. Da igual si el destino nos hizo derrotados o vencedores, una guerra marca para siempre a una tierra y a sus habitantes. Lo único que una guerra deja son tumbas. Y documentos, y testimonios, y relatos de coraje y de cobardía, y milagros en trincheras y bajo fuego; pero todo conduce con resignado fatalismo al destino inevitable: los muertos. Eso queda de Malvinas, a treinta y cinco años. Todavía aparecen archivos secretos, testigos valiosos que deciden romper un pesado silencio; todavía surgen alegatos, justificaciones, rencores, protestas, careos, evidencias. Una guerra no termina nunca. Aquellos jóvenes soldados que lucharon con coraje y heroísmo, porque de eso están hechos los soldados, rondan el medio siglo de vida. No olvidaron, pero siguieron su vida marcados por las trincheras; algunos se abrazaron a sus viejos enemigos. Los muertos, enterrados en Puerto Darwin, quedaron detenidos en ese instante de juventud. Jamás sabremos qué pudieron haber sido. Todavía tratamos de saber quiénes son. No hay guerra heroica. La única batalla homérica es la de mantener la paz.
Descalzos en el parque
Huellas. Lo que fue, puja siempre por aparecer. En la península de Dampier, al noroeste de Australia, descubrieron las pisadas de veintiuna especies distintas de dinosaurios. Hervíboros unos, otros con armadura, depredadores los más marchosos, bípedos los más veloces. Las huellas tienen más de un metro setenta de largo: nuestros abuelos pisaban fuerte. Vivieron en paz hace unos ciento quince millones de años. Dejaron algo más que huellas: la zona es rica en gas natural. Australia piensa obtener 30.500 millones de dólares de su explotación.

domingo, 19 de marzo de 2017

Un empresario argentino quiere comprar la mayor compañía de Malvinas

Relaciones internacionales y negocios

Un empresario argentino quiere comprar la mayor compañía de Malvinas

Eduardo Elsztain se acercó a la empresa Falkland Islands Holding con una oferta.
Islas Malvinas
“Billonario argentino en una oferta en las Falklands”, dice el enorme titular del diario británico Evening Standard cuya información Clarín pudo confirmar de fuentes empresarias en Londres, Malvinas y Buenos Aires. Eduardo Elzstain, uno de los pocos empresarios argentinos con proyección global, hizo una oferta a través de una de sus compañías en Uruguay para comprar parte de la Falkland Islands Holding Group Plc. El presidente y accionista mayoritario de IRSA es dueño de la mayoría de los shoppings del país, de edificios de oficinas, hoteles y de una de las mayores agropecuarias, además de participar en el Banco Hipotecario y tener inversiones en Israel.
Entre tanto, en Malvinas no sólo ya tomaron nota de “las trasacciones” que hay “en la mesa” y a través de un comunicado, el gobierno local señaló que “cualquier propuesta de cambio de dueños que afecte los activos en las islas serán puestos bajo escrutinio de la legislación legal".
La FIH es el emblemático miniconglomerado de las Malvinas, que en el pasado tuvo un esquema netamente colonial, siendo la corona británica su dueño principal. Hoy, ya transformado, mantiene muy diversos negocios y funciones. Es el mayor operador comercial, con 60% de mercado, a través de supermercados y locales. Además, es dueño de 40 propiedades para alquiler, concesionaria y alquiler de camionetas 4 x 4 y servicios para pesca, entre otros. Pero lo que es central a la idea de que un argentino se convierta en uno de sus principales accionistas se vuelve resonante porque el FIH sigue siendo el mayor dueño de la tierra de Malvinas.
Elsztain: "El empresario que vive del Estado no hace crecer el país"
Entre lo que cuenta la prensa británica y lo que pudo saber Clarín es que el Dolphin Fund, uno de los instrumentos financieros de IRSA, pero con oficinas en Uruguay, envió una oferta a la Falkland Islands Holding. “Dolphin Fund Limited (“Dolphin”) anuncia que ha enviado una carta al Directorio de la FIH para pedir información que le permita evaluar una oferta en efectivo con premio a la actual oferta de Staunton Holdings Limited (“Stauton”) de 300 peniques, por las acciones del capital emitidas y por ser emitidas de la FIH que aún no posee Dolphin”.
Lo curioso, y desconocido hasta ahora es que hoy, a través de Dolhpin, Elsztain ya es dueño de un 2,54 % de las acciones de FIH. “Dolphin desea entrar en un diálogo con FIH y su mayor accionista con la vista puesta en una oferta recomendada y en curso. Dolphin anuncia su propuesta como un medio para encarar el proceso futuro”.
La oferta inicial para FIH llegó de parte de la firma Staunton Holdings Limited, ligada a la familia Rowland, dueña a su vez del 22,65% del conglomerado. Staunton tiene, por su parte, 2,34%. Uno de los miembros de la familia, Edmund Rowland, es presidente ejecutivo a su vez de FIH, y ha dicho que no quiere a Dolphin con más acciones en el Holding.
El Evening Standard señala que la oferta de Staunton sería por 37 millones de libras y que a través del fondo Dolphin, Elsztain elevaría ese monto en efectivo. El diario señaló que igual esta es una prueba para la primera ministro Theresa May: si va a aceptar o no que “empresas extranjeras”, tengan propiedades en las disputadas islas. Más elegante que el periódico, el presidente de la Asamblea Legislativa de Malvinas, Barry Elsby, dijo que, “como en cualquier país”, lo que van a hacer en el archipiélago es ver si el movimiento de Elsztain juega o no “contra los intereses nacionales”.